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Hay muchos artistas urbanos que se dedican a realizar obras de arte tan efímeras que desaparecerían con una suave llovizna.
He visto varios documentales en los que estos artistas eligen el piso y paredes de las calles para estar alrededor de tres días, pintando y cuidando de sus obras hasta terminarlas.
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El proceso es arduo. La gente no entiende lo que ve; hay que mirar la obra a través de una lente para entender el juego de la perspectiva que provoca ese efecto visual. Como cualquier técnica, es algo que se aprende.
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Ultimamente he notado que todo el mundo pinta y quiere vender sus cuadros. Está plagado el mundo de estos buitres ávidos de dinero que bien manejados por sus marchands, logran sacar alguna moneda.
Los artistas urbanos no tienen problemas con lo efímero de su obra.
Es el proceso lo que en verdad importa. El resultado es una nimiedad comparado con la satisfacción que se obtiene con la creación en sí misma.
Verlo terminado.
Y después, que llueva.
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